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Los iconos bizantinos recuerdan las obras de arte del artista español Dino Valls. Nacido en Zaragoza en 1956, Dino Valls se licenció en medicina y cirugía y vive y trabaja como artista en Madrid desde 1988. Maestro del IBEX y artista singular, Dino Valls ha sabido combinar el conocimiento anatómico de la medicina con el arte del pasado fusionándolos en una espléndida forma de realismo figurativo contemporáneo.
Las imágenes de sus libros de estudio han dejado, en efecto, una huella indeleble en su mente: el estudio de la medicina, en su componente físico y más aún en el psicológico, hace que este artista salga de la caja por la habilidad con que logra hacer la profundidad de su pensamiento en cuanto a la exploración de los mecanismos más íntimos de la mente humana que se aventura en las profundidades del cerebro a partir de la cual logra crear sorprendentes obras maestras que requerirían días y días de estudio y explicación.
Fuerte de su conocimiento anatómico y hábil desde el punto de vista técnico-manual, Dino Valls se refiere continuamente a la historia del arte a través del uso de la hoja de oro, para la elección del soporte artístico, casi exclusivamente ligado al panel de madera y en la elección de representar frecuentemente dípticos, trípticos y polípticos, particularmente evocadores del pasado. Sus sujetos son casi exclusivamente mujeres.
El sujeto representado predominantemente parece ser siempre el mismo: una joven con ojos azules y labios que parecen arruinados, casi herida, que se dirige directamente al espectador de manera enigmática, poniendo su subconsciente al revés. El cuerpo de la mujer a veces está parcialmente cubierto, atado, sostenido por cuerdas delgadas que la envuelven fuertemente. Su mirada es sombría, a veces pensativa, ya que el cuerpo se retuerce y se deshace en diferentes escenas o secciones (el artista afirma a este respecto que: «sus cuadros son reflejos en los que la ansiedad se ha calmado, junto con los procesos dolorosos de una personalidad dividida, en los que duerme la bestia más oscura del interior del ser humano») y sostiene en sus manos, sobre el cuerpo o en la proximidad, elementos simbólicos descritos con meticulosidad quirúrgica.
Los títulos de las obras están siempre en latín, una referencia a la nomenclatura médica. Si a principios de los años 90 en sus obras el artista solía «diseccionar» sus figuras utilizando a menudo el uso de témpera al huevo, y adaptándolo de manera muy personal a las técnicas de los maestros del pasado (italianos y flamencos de los siglos XV al XVII en particular) para crear nuevas obras en combinaciones de témpera y óleo, Sus obras más recientes son en óleo y las figuras suelen aparecer diseccionadas en «cajones» o cajas compartimentadas y son ricas en elementos llenos de simbolismo que reflejan las alegorías del subconsciente y su interacción con lo irracional: «Uso mi pintura para proporcionar oscuridad, incomodidad, tristeza”, dice el artista
Lo que hago como artista es explorar esa parte más oscura y desconocida del ser humano. Mi pintura es una forma de teñir el blanco», dice el artista. Además de la obra en sí, Valls ha producido series limitadas de sus libros que son obras maestras de artesanía y atención a los detalles: son preciosos y curiosos a la vez. Valls ha expuesto en importantes muestras tanto en Europa como en América, pero mientras que el público en Europa ha aceptado, apreciado y admirado su trabajo, en América la crítica no ha tardado en llegar. Crítica a la que el artista, no sin sentido del humor, respondió diciendo que su arte es como una prueba de Rorschach en la que la gente sólo ve lo que lleva dentro de sí misma.
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