This post is also available in:
Considerada en 2012 como una de las 100 artistas emergentes del mundo, Andrea Kowch nació en Michigan y obtuvo su BFA en 2009 (Summa Cum Laude) con una doble especialización en Ilustración y Educación Artística.
Las consideraciones de 2012 resultaron ser ciertas: la artista ha ganado numerosos premios y galardones que le han permitido recibir varias becas y le han otorgado el honor de representar a la Galería de Arte Corcoran en Washington DC y a la Galería Diane von Furstenberg en Nueva York. Expuesto en varios museos de los Estados Unidos y en colecciones privadas internacionales y de otros países, su obra figura en la prestigiosa The Bennett Collection y la Margulies Collection at the Warehouse de Miami. También son patrocinados exclusivamente por la Galería RJD en Nueva York, en las ferias más importantes incluyendo Art Basel Miami, SCOPE y muchas otras.
Una mirada más atenta a las obras de Kowch nos recuerda una de las pinturas más famosas de América, el icona pop de América de ayer y de hoy: el American Gothic (1930) de Grant Wood conservado en el Instituto de Arte de Chicago. Al igual que Grant Wood, las obras de Kowch invitan al espectador a reflexionar sobre el potencial de un significado oculto detrás de una escena de la vida cotidiana, representado a través del hábil uso del humor y las alegorías inglesas, así como la técnica de la pintura.
El arte de Andrea Kowch refleja una amplia gama de influencias que tocan el Renacimiento del Norte y el arte americano con los paisajes rurales y la arquitectura vernácula de su Michigan natal y cuentan la historia de una América provinciana, a menudo poco conocida, que rechaza el progreso y permanece anclada en los sólidos principios del trabajo manual, en estrecho contacto con la naturaleza y la tradición. Sus obras son el resultado de las emociones de su experiencia personal y dan lugar a imágenes narrativas a caballo entre la experiencia humana y los misterios del mundo natural que se representan en escenarios a caballo entre lo real y lo onírico, convirtiéndose en metáforas universales que fomentan el diálogo entre el observador y la obra.
En sus obras aparecen casi siempre los mismos personajes, a veces multipresentes en el mismo cuadro, que «visten» ropas diferentes pero están representados con la misma expresión apática, como si estuvieran en un estado de indiferencia hacia el mundo que los rodea, caracterizado por la falta de sentimientos y de voluntad de actuar, aunque a veces los personajes están representados en el gesto de moverse. El uso de los colores también cristaliza las escenas, inmovilizándolas en el limbo de lo onírico, en el que todo parece real aunque no lo sea. No en apariencia, al menos…